Ante la financiación singular que plantea Pedro Sánchez, se abre una oportunidad histórica para marcar un nuevo horizonte en la Comunidad y acompasar la realidad política con el cambio social.
Entrada publicada originalmente en «No Data, No Party».
En 1974, el economista Richard Easterling publicó un artículo en el que afirmaba que, en un país, la gente con mayores ingresos tiene una tendencia a afirmar que es más feliz, y si esto se analizaba con más países, se observaba que este nivel de felicidad se mantenía estable siempre y cuando las necesidades básicas de las personas estuvieran cubiertas. Es decir, no hace falta ser rico para ser feliz, simplemente, basta con cubrir tus necesidades básicas.
Unos años después, en 2002, el sociólogo de cabecera del gobierno socialista en Andalucía acuñaba el concepto “la paradoja de la satisfacción”. Pérez Yruela venía a afirmar que, en la región, a pesar de tener una pobreza relativa, con índices de paro muy por encima de la media española, y siendo una de las regiones del furgón de cola en innumerables indicadores nacionales y europeos, los andaluces vivían con un elevado nivel de bienestar especialmente por “los sentimientos de carácter comunitarista […], la sociabilidad y la pasión por las fiestas populares” (Pérez Yruela, 2002).
En 2007, un día después del referéndum para la Reforma del Estatuto de Autonomía, Enric Juliana escribía un artículo en La Vanguardia donde se refería a esta paradoja. El artículo ponía en relación la paradoja de la satisfacción con los resultados del referéndum, donde 6 de cada 10 andaluces se abstuvieron ese día de acudir a las urnas. Sintetizando: como los andaluces viven muy bien (otro concepto de Pérez Yruela denominado “vida buena”), son menos exigentes, menos participativos en la vida pública y más complacientes. Quizá esta podría ser una de las razones por las que ha habido un gobierno socialista durante 37 años.
Esta complacencia social arraigada es lo que ha tenido amuermada a Andalucía durante varios lustros. Dos o tres modernizaciones de Andalucía, macro planes de desarrollo que nunca se desarrollaron, unos millones de ERES para ayudar a empresas afines y familiares y todo va bien. La Paz Social (pero a lo grande) que dirían algunos.
En 2007, después de ese referéndum, la España plural que quería Zapatero no coló, a pesar de que experimentáramos un alineamiento interplanetario. Y la España federal que nos plantea hoy Pedro Sánchez va por el mismo camino, pero esta vez con más guerra, y no precisamente con Alfonso.
La Andalucía de ahora no es, obviamente, la Andalucía del 2007. Y no por los cambios en algunos importantes indicadores económicos y demás estadísticas de convergencia, sino porque la sociedad ha evolucionado. Esta evolución no es, ni mucho menos, producto del cambio político post-socialismo, con sus élites políticas y el extenso arraigo clientelar, es justamente lo contrario: el cambio político ha sido producto del cambio de mentalidad. Por ejemplo, en lo que va de año, la Junta de Andalucía ha asesorado a más 11.000 personas con una idea de negocio en la creación de 10.120 empresas.
Aparecen nuevas oportunidades para el ascensor social. Hay que dejar atrás las políticas paternalistas que hemos vivido y sufrido: “no hace falta prosperar porque papá Estado está aquí para aplicar sus políticas sociales y extender su paraguas social. Aunque sean mínimas, cubren tus necesidades básicas por lo que el emprendimiento, la promoción, la formación, la competencia y todo aquello que depende de tu esfuerzo para procurarte una buena vida (que no vida buena), no merece la pena. Parafraseando al catedrático Francisco Ferraro, “los andaluces han estimado que su futuro dependiera más de la actuación pública y sus contactos sociales que de sus propios esfuerzos”.
“Los andaluces han estimado que su futuro dependiera más de la actuación pública y sus contactos sociales que de sus propios esfuerzos”.
Y este cambio de mentalidad ha hecho a los andaluces más beligerantes. Y no es la novedad estival, ya que, en el hilo discursivo del gobierno andaluz, desde la pandemia, existía una línea argumental de exigencia con el Gobierno central en muchos ámbitos. No solo en términos sanitarios (como por ejemplo coordinación en logística de vacunas o material sanitario, reivindicaciones de desarrollo legislativo en medidas de confinamiento y desconfinamiento) sino también, posteriormente, con otras cuestiones que merman y bloquean el desarrollo de Andalucía como por ejemplo la industrialización. Andalucía, produce el 20% de potencia en energías renovables de toda España, pero no hay redes eléctricas de evacuación simplemente porque no se ha invertido durante 30 años en esto y el gobierno central va a invertir en Andalucía solo 6 de los 321 millones destinados a este tipo de infraestructuras.
Hay otras reivindicaciones sobre la mesa, mucho antes incluso de que los catalanes asumieran el papel de protagonista principal: la financiación de Andalucía. Es la batalla de Andalucía por una financiación acorde a la población (que está fijada en 4.000 millones de euros) y que corresponde a la Comunidad desde que la Ministra de Hacienda era Consejera, pero que, hoy en día…pues ha cambiado de opinión.
Con el debate de la España federal abierto y la financiación singular que asegura a Pedro Sánchez para mucho rato en La Moncloa, es hora de que Andalucía, y más bien los andaluces, den portazo y cerrojazo a esa paradoja de la satisfacción y, si bien deben seguir siendo exigentes con las políticas de dentro, es ahora cuando debemos reclamar una financiación singular, como región más poblada de España y con unas características fronterizas, climáticas y económicas especiales.
Pero esta reclamación es actual, no debe ser una copia de referéndums anteriores, ni de peticiones frustradas, ni tampoco réplicas de momentos históricos. Porque los andaluces de 2024 no somos los andaluces de 1977. Y tampoco debe ser otorgada, ni aceptada por ser complacientes, es algo que nos pertenece y por lo que nunca hemos peleado tal como lo estamos haciendo ahora.
Esto pasa por plantear una expansión y desarrollo del autogobierno en Andalucía, ampliando aquellas cuestiones que aún nos permite nuestro Estatuto. Los andaluces tenemos que ser valientes y plantearnos, con una reflexión crítica, aquellos problemas enquistados pendientes de resolver y afrontarlos. Los poderes públicos tienen que asumir el coste porque es una cuestión que no pertenece a los partidos políticos, sino a la sociedad civil.
Esto atañe de lleno también al resto de Comunidades Autónomas: encajar el puzzle de la financiación en España se le presenta muy duro a Pedro Sánchez. ¿Es un buen momento para repensar nuestro modelo? Posiblemente. Pero sería una de cientos que este Gobierno central tiene como frente. ¿Por dónde empezar para no tener que chapar? Pues eso.
Para terminar, os dejo un fragmento que se atribuye a Quevedo y que nos ha servido para inspirarnos en este post.
«En Navarra y Aragón no hay quien tribute un real; Cataluña y Portugal son de la misma opinión; solo Castilla y León y el noble pueblo andaluz llevan a cuesta la cruz. Católica Majestad ten de nosotros piedad, pues no te sirven los otros así como nosotros».
Si queréis profundizar sobre el contexto de esta letrilla, podéis leer aquí.
